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FUEGO CRUZADO…

Dice el diccionario: Expresión que se refiere a un ataque que va dirigido contra un blanco desde varios puntos, generalmente opuestos.

Tiro al blanco, el lado oscuro de las redes sociales. Imagen FB


Guerrillero, terrorista, comunista, fascista, machista y demás “istas” son sólo algunos de los epítetos que he recibido por criticar en las redes opiniones políticas con las que no concuerdo y/o defender aquellas con las que sí estoy de acuerdo y me parecen positivas. Pero la andanada no se limita a lo político, incluye CUALQUIER opinión que uno emita que pueda pisar algún callo sensible o haga un aporte que se desvíe del dogma correspondiente de los nuevos “mesías” digitales. Me sucede en Chile, en Colombia, en Venezuela e incluso en Australia, países con los que tengo substanciales nexos familiares y afectivos, y sobre los que opino con frecuencia, pero no se limita a ellos, he recibido escarnios incluso desde Israel y si... ¡también de Palestina! Una peste global…


La intolerancia y el desprecio a las ideas y opiniones ajenas han alcanzado un nivel superlativo, impulsado -y aireado- desde hace ya muchos años por la tiranía de las redes sociales que le dan la posibilidad a cualquiera de repartir su veneno de manera muchas veces anónima, o con nombres que no significan nada, desconocidos, o peor aún, producidos masivamente por quien sabe qué oscuros personajes con siniestras intenciones a través de bots, trolls y similares. Con razón Chris Wetherell, uno de los inventores del retuit de Twiter, aseguró que su creación era equivalente a poner un arma cargada en las manos de un niño de cuatro años (¡!), algo sabrá el hombre al respecto.


Entre la miríada de adjetivos que escupen fanáticos de todas las pelambres, me llegó uno de fuego amigo, que suele ser aún más doloroso. El personaje en cuestión me tiró un despreciativo: ¡eres un nini, ni de izquierda ni de derecha!, como si no estar en los extremos ni matriculado ideológicamente con tal o cual corriente política fuese un yerro imperdonable, digno de tormentos inimaginables. De igual forma lo acepté de buena gana por venir de quien venía, soy nini me dije, ¡y qué! Infortunadamente recordé que en Chile el término ya había sido acuñado para describir a aquellos jóvenes -algunos llegando a los cuarenta y aún viviendo con los papis… (¡¿?!)- que ni estudian ni trabajan, por lo que mi amigo tendrá que ser algo más creativo y buscarse una expresión que me distancie de esa liga infame. No demora en hacerlo, eso es seguro.


Parece ser que en pleno siglo XXI no adherir al mil por ciento a una causa, y de paso vociferarla en cuanto escenario y momento sea posible (o no, por mero decoro), criticarla o simplemente no adherir a ella, acarrea los fuegos del averno, sea la causa religiosa, política, feminista, ecologista, ‘veganista’… o la de los amantes del sagrado mosquito dorado africano de alas verdes fosforescentes (¡¿?!).


Qué época odiosa e intolerante vivimos, en la que las ideas no se debaten, se imponen (si, gracias al cielo con valiosas excepciones), donde pareciera ser que el sano intercambio de opiniones, que enriquece posturas y modera fanatismos, fuese un lujo exótico y anacrónico.

Eso por el lado digamos “serio” del asunto, por el lado humorístico la persecución también es implacable. Ya ni chistes se pueden hacer sin que lo tachen a uno de misógino, insensible, cruel, desalmado, racista o patológicamente desequilibrado. Me tiene podrido la desagradable e impostada “corrección política”, metiendo su nariz en todos lados. Los mejores chistes de negros los he escuchado de grandes amigos morochos, disfrutando una cerveza bien fría en alguna playa del caribe, y los de judíos no los cuenta nadie mejor que ellos. Yo mismo, hijo de gallega, me río con ganas de los chistes de gallegos y cuando logro recordarlos los cuento con fruición. Recuerdo con cariño a Fabiola Posada, compañera de universidad en Colombia, la gorda Fabiola, quien más de una vez me tuvo al borde de una apoplejía con las carcajadas que me producían sus maravillosos chistes de gordos y gordas. Años después triunfó en la televisión con su personaje, llamado así precisamente, La Gorda Fabiola. Hoy diseña ropa bajo la misma marca, nada de eufemismos ni payasadas, al pan pan y al vino vino. ¡Viva la incorrección política!


Para qué hablar de la generación emoticón, esa que después de publicar algún párrafo pensado y con argumentos, te pone una carita carcajeándose ante algo que evidentemente no es un chiste, en lugar de debatir con opiniones propias y hacer algún tipo de aporte. Claro, es más fácil y rápido descalificar que pensar y elaborar ideas, ya ni se diga escribirlas bien, ojalá sin sufrir una parálisis al nervio óptico con los infames todes, tod@s o todoxs que pretenden ser inclusivos, algo que se debe practicar día a día con la acción, no maltratando nuestra bella lengua. No sé que es peor, si el malhadado emoticón perversamente utilizado, el insulto plano y llano o el mal llamado lenguaje inclusivo. Y como hoy en día cualquier simio tiene un celular (con todo mi respeto por los adorables simios, no me vayan a caer en gavilla los defensores de los chimpancés), pues la agresión es prácticamente irremediable cuando uno decide incursionar con opiniones propias en ese pantano peligroso e irreflexivo en que se han ido transformando las redes sociales.


Otro aspecto relacionado con el tema es el ciber acoso a edades tempranas, por que ni los niños se salvan del fuego cruzado, por el contrario, el mismo está siendo exhaustivamente estudiado como causa de depresión precoz, con consecuencias nefastas en la salud mental de los más chicos, nuestro futuro. Claro, el acoso siempre existió, pero la víctima en general tenía momentos de paz en su casa, con su familia y verdaderos amigos, hoy en día el flagelo está presente en las pantallas 24/7. Numerosos estudios han demostrado que su ocurrencia se asocia con desajustes sociales y psicológicos, aislamiento, baja autoestima, ansiedad, ira, ausentismo escolar, bajo rendimiento académico y lo que es aún peor, una causa importante de suicidios.


La educación y la detección temprana son primordiales para combatir el ciber acoso y sus terribles consecuencias en niños y jóvenes. Imagen Pixabay


La educación de la familia y los colegios, hacer el tema más visible y legislar en contra del acoso parecen obviedades, pero evidentemente hay algo que no está funcionando y hay que mejorarlo. De acuerdo al Ministerio de Salud de Chile, en Santiago 13 escolares se quitaron la vida por ésta razón en 2018. Y el panorama internacional es similar.


Las cifras del primer estudio mundial de acoso de la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras, en colaboración con los países de OCDE, son alarmantes:


82 % de los niños con discapacidad son acosados en la escuela.

44 % de los niños entre 8 y 10 años ha sufrido de acoso al menos una vez.

• Más del 80 % de los actos de acoso no son reportados a los maestros.

9 de cada 10 estudiantes homosexuales son molestados por su orientación sexual.

60 % de lo los acosadores tendrán al menos un incidente delictivo en la edad adulta.


La última cifra es reveladora, porque serán éstos sin duda los encargados de perpetuar con mayor saña el fuego cruzado en su adultez, dejando un reguero de víctimas a su paso. Más del 90% del ciber acoso a niños y jóvenes ocurre a través de teléfonos celulares, por lo que es primordial que los padres estén presentes (para controlar el surgimiento de víctimas y de perpetradores), preguntando, apoyando, evitando dejarlos a merced de la jauría, enseñándoles a debatir con argumentos e ideas y respetando al otro, al diferente, al que es o piensa distinto, eso sólo se logra con la intervención temprana, y sobre todo, con el ejemplo.



Pero no todo está perdido por supuesto, también se conoce a grandes personas en las redes, gente que piensa, aporta, contribuye, enseña y defiende sus causas sin satanizar a nadie, sin el macartismo desatado de tanto internauta perdido en su propio odio. Sáquele el jugo a eso, a lo bueno, a los que aportan, a los que enseñan, a los que construyen, internet y sus redes son herramientas maravillosas, hay que saberlas usar y sobre todo, enseñarle a los más chicos a hacerlo.


Y para los que ya no calificamos como niños o adolescentes, ¿cómo evitar sentirnos bajo fuego cruzado entre tanta necedad, odio y fanatismo, asediados desde todos los flancos? Pues a través de la mágica función BORRAR. Hay que ser selectivos...


Mi querido lector, ¡borre y no enganche! No tiene sentido alguno desgastarse y entablar discusiones sin salida con quienes no están dispuestos a escuchar y a debatir con ideas, es un verdadero ejercicio en futilidad, que le hará perder invaluables minutos de vida. Borrar no significa dejar de interactuar u opinar donde usted desee, pero si se siente bajo fuego cruzado con insultos, amenazas o acoso, ¡suprima, elimine, cancele! Sálgase de grupos tóxicos e inhabilite la ponzoña, le garantizo que dormirá usted como un bebé y la vida le será más amena, más tranquila, y sobre todo, ¡más divertida!


Adenda

Si sospecha que su hijo o algún joven conocido sufre ciber acoso actúe rápido, recuerde que en la mayoría de los casos no lo comentan con sus profesores y muchas veces ni siquiera con sus padres o hermanos. Es mejor ser proactivos que reactivos.

Comparto aquí algunos enlaces que pueden ser útiles:

http://www.kivaprogram.net/spanish

http://programatei.com/programa-tei/

https://www.combatbullying.eu/es/

http://www.acosoescolar.com/prevencion-organizativa-acoso-escolar/programa-ave/

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