Polarizados
La crisis sanitaria que padecemos lo ha ralentizado todo, con beneficios evidentes para el medio ambiente, recreo que nuestro planeta ha disfrutado tomando distancia de la locura sin fin. En Santiago de Chile por ejemplo, la calidad del aire es actualmente la mejor en 20 años, un respiro más que bienvenido.

Vivimos en un mundo cada vez más polarizado que nos impide avanzar a través del diálogo, la concertación y el sano intercambio de ideas, como lo refleja ésta viñeta del caricaturista
colombiano José Alberto Martínez, Betto. Cortesía Betto
Sin embargo lo que no se ha detenido un ápice son los extremismos políticos y de todo orden, que parecen haberse alejado del centro aún más de lo que estaban a niveles pre-pandemia.
La confrontación abierta por múltiples motivos en los cuatro puntos cardinales está llegando a límites peligrosos y sobre todo, impidiendo avances que sólo el diálogo y la concertación pueden lograr. Algo que gran parte de la humanidad parece no comprender, a pesar de estar viviendo ya el final de la segunda década del siglo XXI.
El mundo enfrenta una crisis global que afecta a todos sin distingos, una pandemia que debería unirnos como humanidad en pos del bien común. Sin embargo cada día nos damos cuenta de que ni siquiera eso nos une, al contrario, nos está separando aún más.
No ayuda la presencia de líderes que utilizan constantemente un discurso de odio en favor propio, sin ningún asomo de concertación ni acuerdo, usando el pánico y el señalamiento brutal para asustar a poblaciones ignorantes e inducirlas a votar por sus políticas del miedo. Un twitter por aquí, una arenga por allá, y vamos dividiendo, estigmatizando al que no piensa igual, sembrando enfrentamientos y crisis por doquier, algo que en nada contribuye hacia el desarrollo de una sociedad moderna, incluyente, solidaria y pacífica como la que ya debiésemos estar disfrutando en pleno siglo XXI.
Dejo a la imaginación de cada uno establecer de qué líderes se trata en cada caso, es bastante obvio y todos los conocemos, pero lo cierto es que la peste extremista está llegando hasta los más insólitos rincones y situaciones.
Baste ver la cantidad de gente de nuestro entorno conocido que han sido instalados en la categoría de EX por los más variados motivos, ex amigos, ex familia, ex pareja, bien sea por sus opiniones políticas, por su concepción de cuál es el tratamiento más eficaz para combatir al bicho condenado, por lo que sea, incluso por defender a muerte a figuras públicas que se deben reír hasta el cansancio de tener semejantes aliados incondicionales, capaces de jugarse sus relaciones más cercanas por defenderlos (¡¿?!).
La mayor parte de los medios de comunicación, tradicionales e independientes, no hacen sino avivar el fuego. La dictadura de los twitts y los likes nos tiene en manos de una masa de fanáticos que no contribuyen en nada al consenso, al acuerdo, a la búsqueda común de soluciones, vende más un conflicto que una mesa de diálogo, tirar piedras es más fácil que sentarse a conversar sobre cómo cambiamos una situación injusta o con la que no concordamos.
Nos consume el enfrentamiento sin puntos de encuentro, desde el C-19 hasta las relaciones comerciales entre países, desde las visiones políticas hasta los pro mascarillas y los anti, semejante polarización nos impide ver el bosque por estar viendo el árbol gigantesco de nuestros propios fanatismos.
Desde una tierna edad los colegios deberían educar a los niños para el diálogo, el encuentro de ideas, la solución de divergencias de todo tipo, que son intrínsecas a la naturaleza humana. Sin embargo estamos embarcados en una educación que forma para la competencia, para salir a pelear, para ganarle al otro sin medir consecuencias ni mirar atrás.
El aprender a negociar posiciones debería ser una destreza obligatoria desde la enseñanza básica, porque la vida es eso, pierdo algo por aquí, pero gano algo por allá. Pero si pretendemos imponer nuestro punto de vista como el único válido, sin mirar al otro, a los otros, el resultado siempre dejará a alguien con la sangre en el ojo y las consecuencias aflorarán más temprano que tarde. Siembra odios y cosecharás tempestades.
Mientras que si llego a un acuerdo, aunque sea imperfecto (¿hay alguno perfecto?), quedarán balanceadas las partes y se evitarán muchos conflictos posteriores. Esto es especialmente válido para crear leyes de Estado, de común acuerdo, para que los gobiernos de turno, de signo político contrario, no lleguen a hacer borrón y cuenta nueva, demorando, deteniendo y empantanando el verdadero progreso.
El bendito voto juega un papel primordial, porque las sociedades reflejan de manera natural el actuar de sus líderes en la vida cotidiana, si desde arriba el mensaje es confrontacional y extremo, pues eso permea a toda la sociedad. Voto informado, voto inteligente, voto por el diálogo y los acuerdos. Basta de votar al fanático, al matón de la cuadra, al que grita más y cumple menos, que promete mucho y no deja sino sinsabores y enfrentamientos. No es “ellos o nosotros”, es todos juntos, punto.
No soy tan inocente como para pensar que todo pueda resolverse mágicamente a través de consensos (aunque utópico, sería ideal), pero la disposición al diálogo y a la concordia significan un gran paso adelante. Y aunque los intereses económicos y de poder alrededor del mundo son formidables adversarios, como ciudadanos nos queda el voto y el actuar individual para predicar y practicar una dinámica de los acuerdos, desde nuestro entorno más íntimo, con nuestros hijos, nuestra familias, con los amigos y compañeros de trabajo, creando un efecto multiplicador que será de beneficio para todos. Yo pienso A, tú piensas B, ¿porque no dialogamos y acordamos un AB que nos permita avanzar en paz hacia objetivos superiores a la pelea mezquina, agotadora y fútil?
Creo firmemente que es hora de buscar puntos de encuentro, a todo nivel, si esto no sucede avanzamos rápidamente hacia la instauración de múltiples dictaduras, unas más disfrazadas que otras, que impondrán su criterio y terminarán asesinando la individualidad y el poder de decisión de cada uno, exterminando la riqueza de los matices, el tesoro de la diversidad. El mundo Orwelliano ya se queda pequeño para lo que estamos viendo en algunos lugares de nuestra querida casa planetaria.
Los extremismos nos van quitando todo poco a poco, casi sin darnos cuenta. Un ejemplo algo banal en comparación a otros, pero muy revelador, es el fútbol argentino (y también de otras latitudes), que por culpa del matoneo y la violencia de las barras bravas, juega sus partidos sin público visitante, eliminando todo atisbo de convivencia de opuestos, de sana competencia, en franca lid, donde gana el que mejor jugó en esa ocasión sin que nadie tenga que morir por ello, el que perdió ya tendrá su oportunidad, el fútbol siempre da revancha, pero hasta eso nos han ido quitando. La decisión de prohibir el ingreso de hinchas visitantes a las canchas argentinas fue tomada en junio del año 2013 por el entonces Secretario de Seguridad Sergio Berni, la medida “temporal” ya cumple siete años y no se ve luz al final del túnel.

Ni el fútbol se ha salvado de la peste de la polarización. No permitir hinchas visitantes es un fiel reflejo de la incapacidad de aceptar al otro, de convivir con la diferencia.
Imagen LA NACION - Mauro Alfieri
El mundo no es en blanco y negro, tiene una variedad de matices maravillosos, defender una posición sin escuchar al otro, a rajatabla y por encima de cualquier consideración más alta, nos transforma en animales salvajes, a la humanidad entera, a la criatura que se supone está en la cima de la evolución planetaria (¿?).
Es hora de decir basta, de buscar la concordia, de sacarse los guantes de box y darse la mano, de reconocer al otro y sus ideas y lograr consensos en pos de objetivos comunes que beneficien al conjunto de la sociedad y no sólo a unos pocos que detentan el poder, que prometen el oro y el moro y terminan entregando un chorro de babas, beneficiándose sólo ellos y sus amigotes de turno.
Eso no significa dejar de defender nuestra ideas con firmeza, con argumentos válidos, con información verificable y verificada, no repitiendo como loros entrenados el discurso de los sembradores de odio. Significa debatir inteligentemente, ceder para avanzar, dialogar para entender, aceptar la diferencia y lograr acuerdos fundamentales.
Y lo mismo puede decirse del desdén omnipresente por nuestro hogar terráqueo, es tal el sinsentido que aparecen voces atacando activistas del medio ambiente porque les caen mal, porque tienen asperger, porque son unos malditos progre de izquierda o fanáticos conservadores de derecha. ¿Hasta cuándo?
Cuidar nuestro planeta pareciese ser algo superior, que debiese unirnos como humanidad. Pero ni siquiera en eso logramos ponernos de acuerdo, también polarizados en extremos irreconciliables. Terrible, en especial considerando que es la única casa que tenemos por ahora. ¿Acaso alguien tira la basura en la sala de su casa, arroja al piso del comedor las botellas usadas? ¿Tira las colillas en la alfombra? No. ¿Entonces? Si estamos de acuerdo en eso ¿porque no abrir la mente y llegar a acuerdos universales que nos beneficien a todos? Pero ah veleidosa, egoísta y ambiciosa naturaleza humana, que pasa y pasa el tiempo y aún nos domina como marionetas.
Demasiada gente parece moverse sin más rumbo que una cometa al viento, sin cuestionar, sin analizar, sin informarse con criterio, si no a través de medios que refuerzan sus ya limitadas percepciones de la realidad, y aunque las plataformas digitales han democratizado la opinión y diversificado las fuentes informativas, cosa no menor, también son responsables de que hordas de fanáticos y oscuros programadores nos inunden con información tendenciosa y falaz.
Es hora de abrir los ojos, informarse bien y estar atentos, la mente humana es maleable como la arcilla, ellos lo saben, no los dejemos manipularnos, controlarnos, ni inducirnos a la parálisis del miedo o a la beligerancia del odio.
Sueño con dejarle a mis hijos un mundo en que lo único polarizado sean los anteojos de sol…
Empecemos por casa y escogiendo a nuestros líderes con altura de miras.
Paz, amor y concordia para todos.