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Un oficio peligroso

El derecho a la libertad de expresión, consagrado en casi todas las constituciones del mundo –con la salvedad obvia de los regímenes totalitarios en los que no pasa de ser una simple figura retórica–, está amenazado hoy desde todos los flancos en América Latina. Se hace imperativo defenderlo como manifestación vital de pluralismo, democracia y civilidad.


Aunque no es asunto nuevo, la censura está desbocada en América Latina, siendo la región que en 2021 más ha retrocedido en las clasificaciones mundiales de libertad de prensa, con cientos de periodistas acallados y asesinados. Imagen Pixabay


El derecho inalienable a informar y difundir diferentes opiniones y puntos de vista en medios masivos, o cualquier otro que divulgue la diversidad de ideas propia de las democracias, corre serios peligros, con casos dramáticos y trágicos de censura que se han disparado en Latinoamérica durante el presente siglo.


No se trata solamente de vulgares coerciones, censuras veladas o filtros aplicados por toda clase de grupos de interés. No, como si eso no fuese lo suficientemente grave, hay que sumar aquellos casos que conllevan un riesgo vital para cientos de periodistas que arriesgan su vida a diario para informar de manera independiente.


Según Reporteros sin Fronteras* (RSF) entre 2011 y 2020 fueron asesinados 139 comunicadores que cubrían temas políticos y de corrupción en nuestra región. El tenebroso podio lo encabezan Brasil, Colombia, Honduras y México, con éste último absolutamente desbocado en lo que va de 2021. Lo trágico es que la misma organización asegura que más de la mitad de esos profesionales había denunciado previamente amenazas en su contra, sin que las autoridades pudiesen (¿o quisiesen?) evitar los fatales desenlaces.


México ocupa actualmente el tercer lugar mundial en número de asesinatos de periodistas, tan sólo después de Irak y Siria. En lo que va corrido desde el año 2000 han sido asesinados 142 comunicadores en tierras aztecas, 58 por ciento de ellos vinculados a medios impresos, en su mayoría de regiones y provincias alejadas de los grandes centros urbanos, aunque no exclusivamente.


Leer los reportes de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) es como adentrarse en una película de Stephen King, vienen cargados de horror. Cada semana denuncian abusos y asesinatos de periodistas en algún punto del continente, todos impunes, lo que indica sin duda alguna que detrás de los crímenes hay gente muy poderosa que compra conciencias, intimida, elimina críticos e impide de manera sistemática que la justicia pueda siquiera acercarse a descubrir, y menos castigar, a los culpables.


Pero aparte de esta realidad terrible, y como si fuesen pocas las amenazas desde otros frentes, también repta por la región lo que Emmanuel Colombié, director para América Latina de RSF, llama el “arsenal de censura” de las autoridades públicas.


En reciente entrevista a raíz del informe “Clasificación Mundial de la libertad de prensa 2021” elaborado por RSF, Colombié advierte que el estudio señala a Latinoamérica como una de las regiones de mayor retroceso (-2,9%) en libertad de prensa.


El documento confirma por quinto año consecutivo a Noruega como el país con mayor libertad, seguido de cerca por Finlandia, Suecia y Dinamarca. En la clasificación figuran Venezuela en el puesto 142 y Nicaragua en el 121, con los desgobiernos dictatoriales de Maduro y Ortega estigmatizando, encarcelando y difamando de manera regular a los periodistas críticos de sus regímenes.


Costa rica y Uruguay son la honrosa excepción a la regla, ubicados respectivamente en los puestos 5 y 18 del ranking, de resto que entre el diablo y escoja. Chile aparece recién en el número 54, Argentina en el 69, Brasil en el 111, Colombia en el 134 y Cuba en el 171, ahí al final de la lista, cerquita de China y Corea del Norte.


La situación en el vecindario latino es deplorable, con élites económicas y políticas, a ambos lados del espectro ideológico, ejerciendo todo su poder para acallar voces incómodas.


En Chile se vivió un caso patético hace pocos días, cuando a raíz del aniversario del golpe militar de 1973, el canal La Red emitió durante tres días el documental La Batalla de Chile del realizador Patricio Guzmán.


Una compañía chilena que nació como productora de pastas italianas a finales del siglo 19 y hoy en día es parte de un conglomerado que maneja más de 100 marcas de alimentos, decidió retirar su pauta publicitaria del canal porque estaba en desacuerdo con la emisión del documental que narraba, desde la perspectiva de su director, los acontecimientos que precipitaron la caída del gobierno de Salvador Allende a manos de las fuerzas armadas el 11 de septiembre de 1973.


La empresa en cuestión, haciendo honor a su producto estrella, armó un enredado tallarín ideológico, confundiendo las posiciones personales de sus directivos con la libertad de expresión de un medio público. El resultado, inesperado por ellos, fue que el documental se exhibió igualmente con enorme éxito de audiencia y el hashtag #LaBatalladeChilexLaRed fue tendencia nacional durante las noches de emisión.


La fallida coerción derivó además en un programa de dos horas en el que se trató el tema de la libertad de expresión y la censura, es decir, la compañía de los espaguetis se disparó en el pié, y de paso le hizo un flaco favor al mundo empresarial, tan desprestigiado en estos tiempos y necesitado de buenas noticias.


Cada uno podrá pensar lo que quiera del documental y está en su derecho, pero usar el poder económico para impedir que otros ofrezcan su visión de la historia no es sólo miope, es estúpido, aún más en la actual coyuntura política del país.


A partir de su lanzamiento en la segunda mitad de la década del 70, el documental de Guzmán ha sido premiado múltiples veces alrededor del mundo, desde Cannes hasta Bruselas, siendo aclamado en decenas de festivales. Es además considerada una de las 10 mejores películas latinoamericanas de la década 70-80 y según la revista norteamericana Cineaste, es uno de los mejores films políticos de la historia. En Chile recién 30 años después de la vuelta a la democracia se ha exhibido en televisión abierta.


El documental de la discordia ha sido premiado alrededor del mundo y exhibido en los cinco continentes. Jorge Müller, el camarógrafo del filme de Guzmán, fue detenido y desaparecido por la DINA (organismo de inteligencia de la dictadura) junto a Carmen Bueno, su pareja también cineasta. Imágenes de Filmafinitty y todocolección


Las empresas son libres de anunciar donde quieran, cómo no, lo reprochable es que intenten coartar la libertad de expresión de manera tan evidente. Casos similares se repiten en toda América Latina. La libertad de prensa está acorralada en la región y la censura se manifiesta como un monstruo de mil cabezas, con ataques desde múltiples orillas. Veamos.


El caso de Nayib Bukele en el Salvador es de texto, al igual que su contraparte de izquierda en Nicaragua, se ha empeñado en desaparecer cualquier vestigio de crítica haciendo acusaciones falsas a periodistas opositores y destituyendo a cuanto funcionario no comulgue con el evangelio según Nayib.


En el Perú un proyecto de ley presentado por el congresista Abel Reyes del partido de izquierda Perú Libre, pretende cercenar la libertad de prensa asignando espacios del espectro electromagnético por “interés nacional”, un peligro latente, así comenzaron en Venezuela.


En Brasil mientras tanto se denunciaron 520 ataques a periodistas y medios de comunicación durante 2020. Reporteros Sin Fronteras denuncia una censura organizada y sistemática instigada por el gobierno Bolsonaro y sus seguidores.


En Colombia fue asesinado hace unos días el comunicador Marcos Montalvo. Con más de 40 años de experiencia, el periodista fue baleado por desconocidos en Tuluá, Departamento del Valle del Cauca. Por otro lado en un acto de censura flagrante, el gobierno de Iván Duque sólo invitó a escritores “neutrales” a la Feria del Libro de Madrid, en la que el país era el invitado de honor. La Iglesia Católica también hace de las suyas, en la ciudad de Villavicencio 36 sacerdotes abusaron durante años de un menor de edad, el periodista Juan Pablo Barrientos investigó los hechos y publicó hace poco en editorial Planeta “Este es el cordero de Dios”, que está siendo perseguido con triquiñuelas legales por los Torquemadas del siglo XXI en un vano intento de impedir su difusión. Tapen, tapen.


En Bolivia el periodista Carlos Quisbert fue detenido por la policía mientras cubría una marcha de cocaleros, ya fue liberado, pero el caso está en fiscalía. Organizaciones de periodistas denuncian maltrato y uso excesivo de la fuerza por parte de la policía boliviana. Los periodistas Santiago y Sergio Limachi fueron heridos por la fuerza pública mientras cubrían recientes manifestaciones en Villa Fátima.


FOPEA, el Foro de Periodismo Argentino, ha denunciado 82 ataques a periodistas y medios de comunicación durante 2020, y en 2021 van por la misma senda.


Y así suma y sigue, cada mes, cada semana, cada día. Informar de manera independiente no es sólo un oficio peligroso, es letal en muchos países de la región.


La pluralidad de ideas y la variedad en la información son pilares fundamentales de la democracia, la verdadera, no la de cartón. Hay que defenderlos de estos ataques, vengan de donde vengan, en cualquiera de sus manifestaciones y orígenes, izquierda, derecha, estatales, iglesias, élites económicas o políticas. Lo irónico es que todos, desde su trinchera ideológica, dicen defender la libertad de prensa, claro, la de ellos.


Una sociedad que no reconoce su diversidad y complejidad, no denuncia, no confronta su presente y su pasado, y no lo informa desde todas las vertientes posibles, está condenada a repetirlo, y sus ciudadanos a sufrir las consecuencias: tiranía y oscuridad.


No lo olvidemos.


Adenda

1. Mientras termino de escribir estas líneas me llega información de otro periodista asesinado en México. Manuel González, del portal PM noticias, fue abaleado por desconocidos en la colonia El Miraval de la ciudad de Cuernavaca.


2. Un paso en la dirección correcta fue la “Declaración de Bruselas”, firmada el 30 de septiembre pasado por numerosos medios de todo el mundo, que surge con el fin garantizar la independencia de los entes de radiodifusión públicos y mejorar la protección de los periodistas. Enhorabuena y que sigan muchas más.


3.*Reporteros Sin Fronteras está nominada al Premio Nobel de la Paz 2021


Bonus tracks

-La Batalla de Chile de Patricio Guzmán en YouTube

-Listado de RFS de libertad de prensa en el mundo


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